miércoles, 26 de octubre de 2011

Mutatis mutandi



'Nos hizo falta mucha imaginación para ver a miles de franceses honorables señalados todos los días para los peores suplicios por unos periodistas a los que ahora se quiere convertir en mártires. Acaso, como hombre, admire yo al Sr. Mauriac por no querer aumentar el odio, pero como ciudadano lo deploro, pues ese amor nos traerá justamente una nación de traidores y mediocres y una sociedad que ya no deseamos'.

(Camus, en 'Combat', en respuesta a la petición de perdón para los propagandistas del régimen de Vichy que hizo Mauriac)

13 comentarios:

Lourdes dijo...

También mutatis mutandis y también de Camus: Sólo siento aversión hacia esos servidores de la justicia que piensan que únicamente podemos prestarle un buen servicio a la historia entregando varias generaciones a la injusticia.

Carmen J. dijo...

Yo ya no sé si enfadarme o terminarme de desolar.

Ana dijo...

Carmen, mejor deje el pesimismo para tiempos mejores. Ahora necesitamos toda la fuerza de la esperanza.

Que conste que a mí me cuesta un montón no cabrearme estos días.

T dijo...

En la tuya hay poco que cambiar, Lour. Más bien, nada.

Enfadarse es mejor, Carmen. Se suelta adrenalina.

Su irrefrenable propensión a ver siempre el vaso medio lleno es muy de agraceder, Ana.

T dijo...

He querido decir agradecer, claro.

Ana dijo...

Propensión y desapego ignaciano;-)

Lourdes dijo...

No estoy muy segura de que el impetuoso Loyola, a fuer de vasco, no se indignase , santamente queda claro, con estos trapicheos a los que aludimos citando a Camus. Entre sus hijos, no tengo duda de que los habrá en misa, en la procesión, a favor, en contra e incluso todo a la vez y todo argumentado de manera excelente, previo riguroso discernimiento.
Y en lo que se refiere al desapego, estaba en la creencia de que se resumía en la célebre máxima: confía en Dios como si el éxito de las cosas dependiese únicamente de ti, y en nada de Dios, y sin embargo pon todo tu esfuerzo como si Dios fuese a hacer todo y tú nada.
Una máxima que parece contradictoria en su enunciado pero que un excelente jesuita, buen amigo de T, y me parece que también suyo, querida Ana, se encargó de explicarme muy bien en unos lejanos ejercicios; tan bien que no la he olvidado. Y sin embargo, no le veo aquí la relación aunque tampoco dudo de que usted me lo explicará.

Carmen J. dijo...

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Carmen J. dijo...

Se me ha borrado el comentario, lo siento.
Seré optimista y me enfadaré, eso es lo que iba a decir.

Ana dijo...

Lourdes, mi intención no es dejarla con la palabra en la boca. La respondo en un ratín

Ana dijo...

En el Principio y fundamento (jornada 2) de los Ejercicios, San Ignacio concluye: “… es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas en todo lo que cae bajo la libre determinación de nuestra libertad y no está prohibido; en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y así en todo lo demás, solamente deseando y eligiendo lo que más conduce al fin para el que hemos sido creados”.

Fin que es buscar y hallar a Dios en todas las cosas.

La indiferencia o desapego es, o eso entiendo, una actitud ante las cosas, un medio para buscar y hallar a Dios en todas las cosas. Para mí no es apatía, ni mucho menos insensibilidad, no supone dejar de sentir preferencias sino poner la distancia afectiva necesaria para poder poner a Dios en primer lugar.

Contemplativos en la acción (seguro que también nuestro común amigo jesuita se lo explicaría divinamente).

Me pregunta usted dónde está la relación con el tema del post. Siguiendo el hilo de la conversación iniciada por T, Carmen manifestaba una duda existencial: enfadarse o caer en la desolación, a lo que yo la urgía a no perder la esperanza. T hacía referencia a mi optimismo vital a lo que yo respondía que, desde luego propensión al optimismo y la esperanza existe, y, además, desapego ignaciano. Relacionando ambas cosas con el tema de fondo del que hablábamos es indudable que en estos días y en los venideros a costa de ETA y su falaz comunicado vamos a escuchar y ver que se hacen cosas en nombre de la democracia y no sé cuántas cosas más políticamente correctas que nos sacarán de quicio y nos harán preguntarnos dónde está la justicia.

Yo personalmente si me dejo llevar por las vísceras cargaba contra toda esta panda de sinvergüenzas pero no dejaría de ser una lucha contra molinos de viento. Así que el optimismo congénito y el ejercicio del desapego o la indiferencia ignaciana creo que me ayudan a ver algo que puede ser tan visceral de una forma más serena.

Usted me dirá que lo interpreto en clave religiosa. Bueno, soy una persona religiosa así que en mi modo de mirar la vida siempre está Dios presente.

Espero haberle aclarado la relación de una cosa con otra.

Ana dijo...

Les prometo que no era mi intención repetirme.

T ¿puede quitar usted uno de los comentarios?

Gracias.

Lourdes dijo...

No me extrañaba que hiciese usted una referencia religiosa, y tampoco que fuese una referencia jesuítica; si me entraron dudas, aclaradas felizmente una vez que he leído su respuesta, de que el tema que nos ha ocupado pudiese verse con distancia o incluso con equidistancia, un término tan manoseado por algunos entre los que se encuentran clérigos y religiosos vascos, incluidos los jesuitas.
Lo que usted propone, en definitiva, es algo que a mí me censuran con demasiada frecuencia: no ver las cosas con apasionamiento sino desde la distancia y manteniendo la cabeza fría, como se dice coloquialmente, en ese sentido, comparto su comentario ya que para llevar a cabo un buen discernimiento, es imprescindible tomar distancia o dicho al modo de San Ignacio de Loyola, usar de las cosas en cuanto ayudan y quitarse de las cosas cuanto impidan el fin para el cual ha sido creado el hombre.
No crea, a una agnóstica como yo lo soy, las máximas ignacianas le vienen bien porque son muy prácticas y condensan una gran inteligencia.