
Dos campesinos rezando al atardecer, no al mediodía, porque cuando Millet pintó este cuadro, ésa era la hora del rezo del Ángelus. Una vez terminada la jornada de trabajo, hombre y mujer se recogen en un íntimo diálogo con Dios, abandonados a Él, en la creencia de que Dios sostiene y fortifica a los humildes, a los que conocen sus fallos y se esfuerzan por vencer sus miedos.
Les estoy oyendo musitar: Ángelus Dómini nuntiávit Maríae, et concépit de Spíritu Sancto... y oigo también el tañido de las campanas de la iglesia, a lo lejos. El tiempo se ha detenido, no hay prisa, la oscuridad empieza a cernirse sobre la tierra pero junto a ellos está la Luz y con su postura nos dicen que Dios no nos exige más que sencillez por fuera y amor por dentro.
¡Este cuadro es una poesía!
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