miércoles, 17 de febrero de 2010

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Este magnífico cuadro de Rembrandt nos presenta a los protagonistas de la parábola del hijo pródigo que narra San Lucas en su Evangelio: el padre es la figura central destacada, el hijo pródigo, arrodillado e implorando consuelo y perdón y el hijo mayor de pie, con los brazos recogidos y enlazados, en actitud resignada de estar y pasar, sin entregarse a ese momento de alegría del encuentro.

El cuadro es un impresionante óleo de casi tres metros de altura y más de dos de ancho que el pintor holandés realizó entre 1666 y 1669 y que puede admirarse en el Hermitage de San Petesburgo. Aunque fue terminado por otro pintor, a la muerte del maestro, nadie pone en duda que sea un auténtico Rembrandt.

El perdón del padre tuvo que parecerle al anciano Rembrandt un verdadero milagro. Hundido en la miseria, muerta su mujer y su único hijo, él que en otro tiempo había sido un joven dado a la buena vida, malgastando la fortuna familiar, tenía que sentir y comprender el dolor y la alegría de un padre que finalmente reencuentra a su hijo perdido y la importancia y la necesidad de un abrazo como el que se describe en la parábola evangélica.

Por eso, de esta espléndida  y emotiva obra, me quedo con la mirada dulce del padre, con la sonrisa tranquila y satisfecha de un anciano que proyecta, con su luz interior, una vejez juiciosa que nos hace comprender que el secreto de la verdadera alegría está en una vida plena en la que el perdón y el amor sean dos pilares.

4 comentarios:

Ana dijo...

¡no vale desempolvar del armario!

T dijo...

Es Miércoles de Ceniza, inicio de la Santa Cuaresma, y me ha parecido muy apropiado.

Elena dijo...

Me he perdido, qué armario está desempolvando? El cuadro es precioso.

Ana dijo...

Su buena amiga ha aprovechado que, en otra época, nosotras comentábamos cuadros que nos gustaban especialmente en el espacio cibernético y ha recuperado el que ella comentó para ponerlo aquí.