Uno de mis profesores del Conservatorio solía decirnos que lo mínimo que se puede decir de la música de Wagner es que es imprescindible conocerla. A partir de ahí, ya podríamos seguir diciendo que ni una sola de las características típicas de la música del siglo XX hubiesen sido posibles sin él porque sus extraordinarias aportaciones melódicas, armónicas, orquestales y teatrales han ejercido una innegable, profunda y duradera influencia.
Afortunadamente parecen ya superados los tiempos en que las óperas de Wagner eran tachadas de demasiado largas, plúmbeas y pomposas. Esto en el mejor de los casos, porque también ha habido ignorantes que las han calificado de nazis u otros parecidos despropósitos. No digo yo que volvamos a estar en aquella 'Edad de Oro' en la que, incluso los más sencillos admiradores, se conocían de memoria todos los detalles de la música y del libro. Tiempos en los que los aficionados no se limitaban a presenciar sus numerosísimas representaciones en todos los teatros del mundo sino que participaban en apasionadas discusiones y conocían exactamente a que sentimiento, situación o personaje correspondían los diferentes leitmotiv de las partituras.
Entre todas las óperas que escribio Don Ricardo confieso mi absoluta e incondicional devoción por Tristan und Isolde, una ópera colosal, 'sencilla' frente a la complejidad del Anillo y sin ningún género de dudas una obra de arte sublime, es decir, una obra de tal belleza y elevación que provoca las emociones más nobles. Desde el preludio inicial al Liebestod final el tiempo se detiene y sólo hay espacio para la más bella música jamás escrita. Una música muy diferente a todo lo conocido, porque el Tristan es poesía pura hecha música con unas armonías absolutamente novedosas y desconcertantes. Una música de un cromatismo constante y tan intenso, que la melodía es como si resbalase continuamente de una tonalidad a otra. Y, sin embargo, lo que de verdad ha hecho esta ópera inmortal es la pasión, la profundidad en la expresión de los sentimientos, el sentido último de la lucha entre el amor y la muerte. Es un drama que refleja como pocos los avatares del amor humano y que merece un lugar de honor en la historia de la ópera.
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8 comentarios:
G.
Excelente el lienzo de Waterhouse, como magnífica me parece la ópera de Wagner. Me resulta especialmente interesnte la referencia que hace a la pretendida viculación entre Wagner y el nacionalsocialismo. Evidentemente, un despropósito por múltiles razones,si bien es cierto que su música ha sido cuanto menos silenciada durante largos años en el estado de Israel. Pero resulta interesante plantearse, si efectivamente hubiera sido Wagner contemporáneo y simpatizante de este movimiento sociopolítico, supondría una merma de su arte. En mi opinión no, no fueron Celine Bardeche, Brasillach, Hamsun, Pound, etc excelentes escritores, no fue Heidegger el más preeminente filósofo del siglo XX, Eliade uno de los máximos estudiosos de las religiones o Carl Schmitt del derecho político........ Cuando pienso en Wagner, la primera imagen que se me presenta es el excelente busto que de él hizo Arno Breker, me parece un error gravísimo no ya confundir sino siquiera vincular ética y estética, pienso que es el primer paso para que se pueda la célebre máxima de Heine, y que un determinado arte pueda ser calificado instucionalmente como "degenerado".
Un cordial saludo.
Muchas gracias por su comentario. La verdad es que sobre Wagner y el nazismo se han escrito muchas tonterías. A Borges, le pasa lo mismo, debe ser que la mediocridad no soporta la excelencia.
G.
Efectivamente, ni la mediocridad, ni algunos principios modernos, convertidos en "dogmas de fe" y nuevas "verdades reveladas" que de manera rauda se tratan de imponer frente a la tradición. De este extremo ya fueron conscientes los más representativos pensadores de la Ilustración como Voltaire o Diderot.
Hay una paradoja en la cultura del progreso. Aspira a una excelencia cada vez mayor en todas las disciplinas, a una igualdad cada vez mayor de todas las personas. Pero ¿cómo reconciliar igualdad y excelencia? La excelencia desiguala. "Si todo en este mundo fuera excelso, nada lo sería" (Diderot, El sobrino de Rameau).
De una manera muy brillante lo expone Fernández de la Mora en su libro "La envidia igualitaria", evidentemente toda una incorrección política, cuando no una provocación, para la mediocridad dominante, le reitero mi enhorabuena por su excelente blog.
Muchas gracias. Estoy completamente de acuedo con su comentario.
G.
T usted dice: "porque también ha habido ignorantes que las han calificado de nazis u otros parecidos despropósitos."
En mi opinión lo triste no son los ignorantes, sino la reacción que se produjo en el Estado de Israel cuando Daniel Baremboim interpretó, creo recordar que precisamente parte de esta obra, a comienzos del presente milenio.
Saludos.
Estimado G. la reacción de los judios ultraortodoxos fue también verdaderamente lamentable pero lo cierto es que la inmensa mayoría del auditorio apludió de manera entusiasta.
Peor fue en los 80 cuando Zubin Metha intentó interpretar el preludio de esta ópera en un bis y no pudo hacerlo porque uno de los espectadores subió al escenario y mostró las cicatrices y el número infame del campo de concentración.
Los prejuicios culturales son peligrosísimos, como cualquier otro prejuicio, por otra parte. Aún así, yo no puedo ocultar mi simpatía por el pueblo judío.
G
Estimada T
Mi comentario, aparentemente extemporáneo, y posiblemente inoportuno, se debía a que recordé el porqué Reinhard Heydrich tenía por segundo nombre Tristan.
No recuerdo que la reacción se circuncribiera a ultraortodoxos, por otra parte es precisamenyte lo culto, (más si cabe en cuestiones musicales), que es el pueblo judío lo que agrava este incidente que aún admitiendo que fuese minoritario, es significativo.
Un cordial saludo.
En absoluto es extemporáneo y por supuesto, tampoco es inoportuno.
Tal vez lo recuerde mal, pero así como la protesta fue casi unánime cuando Zubin Metha intentó aquel bis, en el caso de Baremboim hubo mucha polémica en los días pevios al concierto, la Fundación Simon Wiesenthal protestó airadamente y los ultraortodoxos incluso amenzaron con atentados pero el concierto fue un éxito y las protestas en la sala meramente testimoniales.
Me gustaría aclarar que comprendo la reacción de algunos judíos porque no debe ser fácil recordar que en los campos de exterminio sonaba la Cabalgata de las Walquirias y otros fragmentos del Anillo a modo de tortura añadida, si cabe. En esas circunstancias, es comprensible la reacción de los judios pero para mí está muy claro que Wagner no tuvo la culpa de eso.
Cuando escribí que muchos ignorantes tildaban las óperas de Wagner de nazis, me estaba refiriendo a todos aquellos que intentan arrimar el agua a su molino y las interpretan pasandolas por la ideología nazi, y en Parsifal, por ejemplo, hay interpretaciones verdaderamente pintorescas en ese sentido.
Esto, desde mi punto de vista, no tiene nada que ver con la reacción de los judios.
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